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domingo, 20 de diciembre de 2009

Teoría conspirativa de los osos

Papá Oso gritó muy fuerte: -¡Alguien ha probado mi leche!
Mamá Osa gruñó un poco menos fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla!
El Osito pequeño dijo llorando: -¡Alguien está durmiendo en mi cama!
Cuando Ricitos de Oro despertó, los tres osos todavía estaban allí. No sobrevivió al ataque. Un mechón de sus cabellos rubios, manchado de sangre, decora el centro de mesa en el acogedor comedor de la hermosa casita de los Oso.

Cuentos Misóginos con Moraleja. Hoy: Rumpelstikin

Había una vez un pobre molinero que tenía una hija muy bella. Bueno, ya sabemos. Padre al que le gustaba darse importancia sin medir consecuencias, rey codicioso, hilá toda esta paja y convertila en oro o te mato, aparición de enano malformado que se ofreció para hacer el trabajo, qué me darás a cambio, no tengo nada, me darás tu primer hijo cuando seas reina…
- ¡Ma qué hijo ni tres carajos! - dijo la muy turrra – si podés convertir pasto seco en oro, soy tuya, papito. Me voy con vos. Por mi, el rey se puede ir a traficar con churros al casino de Mónaco.
El enano contrahecho Rumpelstikin todavía hoy, casi trescientos años después, está arrepentido. Ya no baila.
Moraleja: cuidado, muchachitos, con lo que ofrecen a las niñas; y qué les piden a cambio. Son muy peligrosas

domingo, 13 de diciembre de 2009

Carpintero

Debía hacer sillas de madera de árbol genealógico. Taló todo el bósque. ¿Ahora qué hacemos?¿No vió usted a mis tatarabuelos, a mi madre, a mis nietos? Tome, éste debe ser su primo segundo el mayor.

En mi sueño, con olor a mandarinas

Me soñé en mi cama, y acostada a mi lado, una mujer hermosa, etérea. Desnuda. En sus pechos, dos gotas de sudor perladas por la tenue luz de la luna que se duplicaba en los espejos de la habitación. En sus ojos, gitanos, un atisbo de placer anticipado. Su respiración, suave y jadeante, entrecortada. Su boca, apenas abierta, desafiante. Su silueta, hermosa, dorada en la oscuridad. Su pubis, palpitante, oculto en la hora borrosa de la noche.
La mujer estiró su mano hacia mi y comenzó a acariciar mi pecho con sus dedos suaves. Sus uñas trazaron breves caminos, que adiviné rojizos, en mis brazos, mi espalda, mis muslos. Sin pensarlo, me moví hacia ella. Llevé mis manos a sus pechos y los acaricié despacio. Se estremeció. Me estremecí. Busqué sus labios y la besé, quedamente al principio; frenéticamente después. Me inundó un suave gusto a mandarinas, que prendió luces en mi mente. Nuestras lenguas buscaron más sabores. Encontré uvas, frutillas, y cerezas.
La mujer gimió y me abrazó con sus piernas. Giramos en la cama, hacia un lado primero, hacia el otro después, sin separar nuestras bocas y con nuestras manos acariciando, tocando, buscando.
Finalmente, ella quedó sobre mi. Su cuerpo grácil moviéndose con suavidad, sus cabellos largos, flotando en la bruma de la habitación oscura.
En el instante sublime, desperté.
Te encontré acostada a mi lado. Hermosa, etérea. Desnuda. En tus pechos, dos gotas de sudor perladas por la tenue luz de la luna que se duplicaba en los espejos de la habitación. Tu respiración, suave y jadeante, entrecortada. Tu silueta, hermosa, dorada en la oscuridad. Tu pubis, palpitante, oculto en la hora oscura de la noche. Tenías un hermoso olorcito a mandarinas.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Profesional

—Oh yes oh god oh god yes yes — decía, con la misma pasión que pudiera demostrar un cenicero; mientras buscaba formas en las manchas de humedad del techo. Mantuvo la misma expresión mientras la ahorcaba.

Las Profecías en el Espejo

Entre Maitines y Laudes del dos de julio del Año del Señor de mil quinientos cuarenta y uno, Mosén Miquel bajó a las cavas de la Abadía de Nôtre-Dame d’Orval, cerca de la muy Cristiana Villa de Florenville, entre los bosques de Watinsart y Houdrée, en busca de una botella del licor fabricado por los monjes cistercienses, para llevárselo al Abad, a la Sala Capitular.
El hermano Miquel llevaba sólo una semana en el Monasterio, por lo que los pasadizos subterráneos le eran desconocidos; y a pesar de las indicaciones recibidas, la luz escasa de las candelas hizo que desviase su rumbo y llegase, sin querer, a las mazmorras, las mismas donde, casi cinco siglos antes, Pedro el Ermitaño incitara a Godofredo de Bouillon para marchar a Jerusalén, a la Primera Cruzada y donde, se dice, estuvo guardado el Grial.
Tratando de encontrar el camino, Miquel abrió una vieja puerta de goznes herrumbrosos y entró a una pequeña habitación de no más de dos varas de alto.
Allí encontró el espejo.
Estaba en el centro de la estancia, tapado con una tela de hilo, muy vieja, que se deshizo al tocarla. Era extraño, más ancho que alto, muy opaco y apenas reflejaba las velas.
Mosén Miquel pasó su mano por el marco, y en cierto instante el espejo cobró vida. Asustado, el monje cayó hacia atrás, sentado contra la pared cercana a la puerta. Allí quedó petrificado, mientras el espejo le mostró cosas increíbles.
Entre vaos de vapor, vio altísimos castillos de vidrio nunca imaginados, carrozas que se movían sin caballos, sendas oscuras y enormes por las que caminaban multitudes con curiosos vestidos; máquinas gigantes que remontaban vuelo como los pájaros; en los mares vio naves sin velas y que no eran de madera. Vio armas que no existían y explosiones gigantes y guerras que desafiaban la imaginación. Vio luces brillantísimas y de colores extraños. Y el espejo le habló en idiomas desconocidos y le hizo escuchar músicas nuevas; le mostró pestes mucho peores que la Peste Negra y enfermedades sin nombre y muertes atroces. Miquel vio barcos flotando fuera de la Tierra, y a la Tierra desde la Luna; y vio que la tierra era redonda. Y conoció el hielo que flota en el mar y animales rarísimos…
La sucesión de cosas extraordinarias continuó durante horas. Finalmente Miquel, con una enorme aflicción en el pecho, ya incapaz de soportar lo que veía, tomó una piedra desprendida de la pared de la celda, y la arrojó a las imágenes.
El espejo estalló en un fogonazo apagado. Y quedó en el suelo. Mudo. Destruido.
Hasta dentro de unos cuatrocientos cincuenta años en el futuro nadie volvería a ver un televisor de pantalla de cristal líquido de cuarenta pulgadas.
Mosén Miquel, Miquel de Nôtre-Dame, Nostradamus salió al sol del dos de julio del Año del Señor de mil quinientos cuarenta y uno, en Orval. Su vida había cambiado para siempre. Era ya la hora Tercia.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Premio La Oveja Negra de microrrelatos 2009

Estoy chocho.
Transcribo del blog de "La Oveja Negra"
miércoles 2 de diciembre de 2009

El Jurado Final decidió por unanimidad otorgar el Premio La Oveja Negra de microrrelatos 2009 al Sr. Daniel Frini por su obra "Siseneg", desde ya nuestras felicitaciones y a todos los finalistas por la calidad de sus obras, entre unas tres mil doscientas que desfilaron a lo largo de nueve meses de selección, provenientes de más de treinta países.

Destaca el Jurado a Gabriel Bevilacqua que llegara a la instancia final con dos obras y a Fernando O. Vecchiarelli que fuera Finalista y destacado por el jurado mensual.

Todas las obras finalistas se encuentran incluidas en el número impreso que aparecerá en los próximos días, en bares, centros culturales, librerías y kioskos de Buenos Aires.

Daniel Frini suma este premio a su reciente primer premio de cuento breve Cosme S. Reniero, en la provincia de Santa Fé, Argentina, por su obra “El aprendiz”; y a su primer premio de monólogo teatral hiperbreve para niños, obtenido en CIINOE, Madrid, España, por su obra “Ludmila y el ratón Pérez”.

DANIEL FRINI
(San Martín- Bs. As. -Argentina)
PREMIO LA OVEJA NEGRA 2009
Siseneg

Seis días antes, murieron los animales. Cinco días antes, la lluvia mató toda vegetación. Cuatro días antes, la niebla borró cielo y firmamento. Tres días antes, el caos mezcló las aguas y la tierra. Dos días antes desapareció el hombre. En el último día, dije "apáguese la luz". Después, descansé.