Deambuló dos días por la montaña. Cansado, con hambre y frío, lo encontró una patrulla de boy-scouts, en cuyo estandarte se leía “los lobos”.
—¡Benditos sean! ¡Gracias al cielo me encontraron! Ya estaba perdiendo toda esperanza.
Uno de ellos respondió, mientras le crecían rápidamente los colmillos
—En realidad ya la perdió, señor. No somos scouts, somos hombres-lobos, o niños-lobos, si le parece mejor, y usted es nuestra comida. Tenga la amabilidad de desvestirse así empezamos la carnicería.
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