Ya me pasó otras veces. Miro en el espejo del zaguán de la vieja casona, y la veo allí. Giro la cabeza hacia el rincón, y está vacío. De madrugada suele despertarme su “ñac-ñac” y ya no puedo dormir en toda la noche.
¿Cómo se deshace uno del fantasma de la vieja mecedora de madera y mimbre que perteneció a mi padre, a la que se le rompió una pata y fue quemada con la basura una tarde de invierno de mil novecientos setenta y dos?
No sé si esto es un cuento o si una experiencia personal tuya. Si es tuya entonces te digo que gracias a Dios sabes que es tu padre el que se sentó allí. Sino ya tendrías que haber salido corriendo. De repente sólo es que se materializa un poco la presencia por ahí.
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