—Mami ¿falta mucho?
—Dos días.
—Mami ¿falta mucho?
—Un día.
—Mami ¿falta mucho?
—No, dale. Andá
Gregorio salió feliz de la casa. Era Carnaval. En medio de los disfraces nadie se espantaba al verlo y podía recorrer los lugares de Praga que le estaban vedados el resto del año.
¿Se puede olvidar, por pocos momentos si es que no se puede más, que todos somos Gregorio Samsa?
ResponderBorrarPor desgracia, no todo el año era carnaval. Aunque de serlo, quizá todo hubiera perdido su encanto.
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