—¡Ya van a ver cuando sea grande, manga de pelandrunes! ―decía el Patito Feo, llorando, ante las carcajadas de sus hermanos. Ya se sabe lo crueles que pueden ser los niños.
Al crecer, todos dejaron la laguna materna para conocer otras, con suerte buena algunos, mejor los otros.
El Patito Feo, no. El se quedó en su «terruño», donde al menos lo conocían y ya se cansaron de burlarse de su aspecto y, por cansancio, se ganó cierto respeto. Sólo de tanto en tanto algún patito nuevo se asusta. Quedó pato, quedó feo. Jamás fue bello, jamás fue cisne.
Decía cruelmente mi abuela: "La belleza con el tiempo se acaba, pero la fealdad dura toda la vida".
ResponderBorrarEl Patito feo lo sabe.
Saludos.