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sábado, 1 de enero de 2011

La verdad de la milanesa IV

—¡Carajo! ―gritó Dios, mientras golpeaba su escritorio
―Pero, mi Señor… —intentó defenderse el Ángel
―¡Mi Señor, las pelotas!
―La Orden de Trabajo decía «a nuestra imagen y semejanza»…
―¡Esas fueron mis palabras, sí! ¡¿Pero quién fue el imbécil al que se le ocurrió usar al Petiso Luchini como modelo!?

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