Ella huele a duraznos y sabe a cerezas. Sus pechos suben y bajan al ritmo de su respiración, agitados. Llora sin emitir sonido. El le besa el ombligo, apoya su cabeza en el vientre firme y se duerme, satisfecho. Ella lo acaricia y, prolongando su placer, se lo come.
Si de final inesperado se trata, este micro lo logra sobradamente.
ResponderBorrarMuy Bueno!
Saludos cordiales
Eso sí es terminar jeje.
ResponderBorrarUN abrazo
Oiga se lo habrán dicho un millón de veces, pero usted escribe francamente bien.
ResponderBorrarParece que en el 2011 le publican ese libro del "Diluvio", le doy la enhorabuena (en cierta manera lo extraño es que no haya publicado anteriormente otros libros de cuentos).
Y a parte de mi felicitación. También una recomendación: con su perfil de ingeniero, cuentista, tal vez le gustaría echar un vistazo en la Sociedad Carnotista (¿La conoce?). Es un buen amigo, también argentino que escribe también muy bien.
Chau y felices fiestas.
V.
Patricia: gracias. Me gusta encontrarle la vuelta para que el cuento agarre para cualquier lado
ResponderBorrarBaizabal: gracias. Un placer tenerte como lector.
Vigo: Muchas gracias por tus conceptos y tus felicitaciones. Curiosamente, no conozco la "Soc. Carnotista" y me empaparé un poco más del tema ¿Hace falta presentación para entrar en ella?. En tal caso, la agradecería.