La matrona apartó la cortina andrajosa que cubría la entrada del pesebre de Navidad y le habló al padre que caminaba, nervioso, mientras esperaba.
—¡Felicidades! —exclamó, sonriente, mientras lo animaba a mirar adentro.
José entró, apurado, y no pudo disimular su sorpresa.
—¿Mellizos? —dijo— ¿Y ahora qué hacemos?
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