Con el cambio de hojas de la primavera perdí los ojos y me aparecieron branquias. Cuando llegó el verano, mis doce brazos mudaron en tentáculos. A principios del otoño aparecieron las primeras escamas, en reemplazo de las plumas. En el invierno mi trompa se transformó en una boca cavernosa y tétrica. A la siguiente primavera los cambios continuaron. Dejé la crisálida. Tuve frio por primera vez. Luego, me aparecieron pedipalpos, que trocaron en dientes filosísimos; y antenas, que después fueron aletas, y también membranas, y párpados verticales, y dentículos, y opérculos, babillas, cuernos, cercos terminales y quelíceros; mientras las estaciones siguieron pasando.
El líquido que rezumo después de atravesar mis tres estómagos, y que regurgito para alimentarme, ni siquiera es sabroso.
Yo era un empleado administrativo, oscuro, pero sin problemas. Perdí mi trabajo, mi mujer, mi familia y mis amigos. Y ahora ¿qué soy?
Deseo morir. Con mi suerte, solo falta que no exista asteroide que se estrelle contra el planeta, y deba seguir así, mutando, estación tras estación, quién sabe hasta cuando.
1 comentario:
Convertirse en un pulpo (o algo parecido) da miedo, pero si tenemos en cuanta que ya tenía doce brazos, tampoco es para tomárselo tan mal.
Saludos lelos!!!
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