Desde #León, #España , en el portal de noticias #MadeinleonMagazine y en su sección #EnPocasPalabras, Marcia Batista Ramos publica mis micros "Juego de niños" y "Crónica del encierro I". ¡Gracias, Marcia!
sábado, 27 de marzo de 2021
En MADEINLEON MAGAZINE, mis micros "Juego de niños" y "Crónica del encierro I".
Desde #León, #España , en el portal de noticias #MadeinleonMagazine y en su sección #EnPocasPalabras, Marcia Batista Ramos publica mis micros "Juego de niños" y "Crónica del encierro I". ¡Gracias, Marcia!
En PRESSDEK, mi «Costumbre amorosa de los gigantes»
martes, 23 de marzo de 2021
En EL NARRATORIO Nro 61, mi «Historia de Aukán, Quillén y la moza bonita»
sábado, 13 de marzo de 2021
en PRESSDEK, mi «Recompensa a los actos de estúpida bondad»
viernes, 12 de marzo de 2021
¡Está disponible «La minificción en la voz de sus autores y autoras I»!
viernes, 5 de marzo de 2021
En MALPENSANTE, mi «Rapsodia en rojo»
Desde México y en Malpensante Fanzine, dentro de la Convocatoria «Dolor», mi texto «Rapsodia en rojo».
Si gustan, está acá
Historia de Aukán, Quillén y la moza bonita
– Daniel Frini
—Vea mozito —dijo el viejo Sánchez, que hablaba
así, con zeta—, le estoy contando de un tiempo mucho antes de que Tata Dios
viniera por estos pagos.
Era de madrugada,
y la luna nueva permitía una extraordinaria visión de las estrellas. Las noches
de los sábados, el almacén de don Espronceda oficiaba de boliche para la
peonada de los campos de varias leguas a la redonda. Una suave brisa del sur
hacía aún más frío el invierno y mi poncho me protegía a duras penas de la
incipiente helada. Ya no sentía las orejas, pero hubiese sido una
desconsideración imperdonable dejar las mesas donde se mezclaban botellas añejas
de ginebra, de aquellas de barro, algún porrón de cerveza y dos o tres botellas
de vino; debajo de la parra sin hojas, y pobremente iluminada por la débil luz
del farol ―colgado en las vigas del techo, adentro— que escapaba por una
pequeña ventana.
Yo era peón de don
Peralta, y llevábamos una tropilla desde Azul hasta Pergamino. Habíamos hecho
un alto en los pagos de Chacabuco; en un viaje que hacíamos tres o cuatro veces
al año. Lo de Espronceda era una parada obligada, y oír las historias de don
Sánchez, un placer que recuerdo con enorme nostalgia.
—Qué noche, ¿no, don
Sánchez? ¿Vio lo que son las estrellas? ―aguijoneó alguien, a sabiendas de que
el viejo no iba a resistirse a inventar una historia fantástica.
―Por acá vivían
los pampas, mucho antes que los araucanos; y había otros dioses, antes del Crucificado
—dijo don Sánchez, mientras se persignaba. Y arrancó—. Mire, yo creo que la
tierra estaba fresca, entuavía. Y los dioses no habían aprendido a distinguir
entre el bien y el mal. Y no había mucha gente. De acá al mar, debe haber
habido unos diez humanos, no más. Tampoco sé si ya se habían inventado los
guanacos. Por la zona donde ahora está el Tandil, vivían dos hermanos, muy
pendencieros ellos. El cura de Balcarce me anotició, una vez, que a él le
habían dicho que eran hijos del primer hombre y la primera mujer pampas; y yo
creo que era así. Hace tanto de esto, que nadie se acuerda de los nombres de
ellos, así que vamos a suponer que se llamaban Aukán y Quillén, digo yo, que
son nombres bastante comunes entre los infieles. Una vez, los dos hermanos
viajaban, caminando, más o menos por donde ahora está Olavarría, allá en el
sur, buscando mujer para poblar la pampa. Dicen que encontraron una india muy
bonita, pero que no se mostraba interesada en ninguno de los dos. Varios días
estuvieron siguiéndola, hablándole de las cosas que le podían dar cada uno. Uno
le prometía un rancho, el otro uno más grande; uno le decía dónde encontrar una
aguada, el otro le decía que tenía un manantial con agua fresquita. Cosa
curiosa, vea, discutían tupido, pero paraban por las noches; porque en la época
que le cuento no había estrellas; y la luna era gurisa y apenitas alumbraba un
día de cada cien; y el miedo no es sonso, vea. Entonces, paraban de peliar. Endispué,
hacían un fueguito y carneaban algún peludo o una liebre, y tomaban aguardiente
de caña, para curarse del julepe, porque entonces no se sabía si el sol iba a
volver al otro día. Peliaron tupido por la moza, pero ella, al final, se fue
con un charrúa que supo cruzar a nado el Plata, cuando el río no tenía más que
un tiro’e piedra de anchura. Pero el Aukán y el Quillén quedaron muy
enemistados. Dicen que una noche que volvían para el Tandil, tan enojados entre
ellos que ya se habían olvidado de buscar mujer; se dieron cuenta que tenían
hambre. Pararon —yo calculo que sería por los pagos de 9 de Julio—, atraparon
un puma, lo que son las cosas, y juntaron toda la leña que pudieron encontrar
para hacerlo asado. Aukán prendió el fuego con dos pedernales, y endemientras
se alistaban las brasas, Quillén fue cueriando al bicho, a mano nomás, y los
dos acompañándose en las tareas con unos tragos de caña. Al poco rato, estaban
mamados y empezaron otra vez la pelea. Que la guaina me quería a mí; que no,
que me quería a mí, que sos un mal hermano, que ya te via arreglar a vos, y
todo así. Hubiera sido hoy, se faconeaban los dos, vea. Pero en aquella época
entuavía no se había inventado el fierro, y yo creo que eso los salvó de
despenarse el uno al otro. El Aukán ya tenía las brasas dispuestas cuando le
dijo al hermano «Vos, rotoso, sos poco hombre pa’tanta mujer». Y ya se sabe que
pa’un pampa no hay insulto mayor. Así que el Quillén se le fue al humo al
hermano, y le tiró dos o tres manotazos. El otro, que parece que estaba un poco
menos en curda, lo esquivó. Entonce, el Quillén, medio ciego de bronca y de
impotencia, tomó tres trancos de carrera, apuntó al otro, y le pateó las brasas
con todas sus fuerzas. Tan fuerte, tan fuerte que las brasas pasaron por arriba
del Aukán, siguieron y siguieron viaje.
El viejo Sánchez
se quedó callado. El silencio nos ganó a todos, y solo se sentía el silbido del
viento, en el que ahora se había transformado la brisa, entre las hojas de los
eucaliptus del camino.
―¿Y, don Sánchez?
¿Qué pasó endispué? —dijo el Pardo Sosa.
―Ahí tan las
brasas —dijo el viejo, describiendo un arco con su dedo índice, marcando el
recorrido de la Vía Láctea.