Te
levantarás sin mirarla, irás al baño despacio, tomarás dos mates parado en la
cocina, saldrás abrigado porque en la tele dicen que hace apenas dos grados y
que el dolar que nunca viste subió. Tomarás el colectivo que pasará tarde por
la parada. Ficharás la tarjeta en el reloj de la fábrica, de manera mecánica, y
mirarás la hora que se marcó, sin verla. Te pondrás la ropa de trabajo, encenderás
la máquina acordándote de los tres dedos del Rusito que quedaron tirados en el
suelo cuando se los arrancó el balancín. Mirarás el reloj hasta que se hagan
las cinco, sin esperar nada. Saldrás saludando al vigilante con un «ta mañana»
susurrado. Harás, cansado, el viaje de regreso, como ocurre desde hace quince
años. Casi te alegrarás al llegar a tu casa y comprobar que tu mujer te ha
abandonado llevándose los muebles y los hijos.
2 comentarios:
Menudo futuro, poco prometedor. O quizá sí. Sea el principio de una nueva vida...
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
suponiendo que no sea una puteada, gracias!
Publicar un comentario