En el templo de Dagón, los filisteos celebran su victoria sobre los hebreos.
Se burlan de Sansón y lo colocan, avejentado y ciego, entre las dos columnas centrales del gran salón.
Sansón, invoca a Dios, que escucha su plegaria: recupera su fuerza legendaria y derriba los pilares, matando a todos los filisteos y reduciendo el templo a escombros.
Salomón, Rey de los Judíos le dijo a Amalita:
—Quedó demostrado, tu cemento es mejor que el de la competencia inglesa de Gibbs. Será con el tuyo con el que hagamos el Templo de Jerusalem.
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