Doña Berta me pidió una docena de huevos.
Los tomé de la canasta y separé una hoja de diario para envolverlos. Algo llamó mi atención, y detuve el movimiento del papel en el aire. Allí estaba, casi al final de la página. No podía creerlo.
“Horacio: dice el Colorado Fernández que te pasa a buscar este viernes, cerca del mediodía. Rogelio”.
Me olvidé de Doña Berta.
Con premura, miré la fecha del diario. Era del lunes pasado; y lo que cuento ocurrió ayer jueves. Quedé atontado; primero, porque encontrar una noticia así es bastante extraño; segundo, porque no conozco a ningún Rogelio; y tercero, porque el Colorado Fernández murió hace trece años; cuando, borrachos, le dimos para tomar kerosene en su despedida de soltero.
Algo de miedo, tengo. Nunca me llevé bien con el Colorado Fernández.
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