sábado, 24 de abril de 2010

Momento de iluminación de un existencialista posmoderno

Sostuvo siempre que la vida es un accidente. Antes de impactar contra el árbol se dijo “Estuve equivocado. Vida fue lo que tuve hasta ahora. Esto, en cambio, es un accidente”

Dirán, con temor, nuestro nombre en los fogones


Drop me miró, y supe lo que pensaba. Desde niños nos entendimos con la mirada. La bella Targ estaba bañándose en el arroyo que está a dos tiros de piedra de los Árboles donde pernocta el clan. Estaba hermosa con sus brazos peludos y sus pechos caídos. La ataqué con una piedra. La llevamos hasta el Gran Árbol Viejo. Mientras esperamos que despertase, se desató una tormenta. Como es tabú tocar mujer dormida, nos refugiamos bajo La Piedra. Un rayo tremendo impactó directamente en la cabeza de Targ. Así inventamos la picana. Generaciones venideras resolverán como hacerla portátil o regular la intensidad del voltaje. Menudencias.
Después atacamos a Zrup, hijo de Fluj. Lo empujé y una vez en el suelo, Drop puso las manos en su cuello. Zrup dijo:
— ¿Uhgg pllu kkhhugg?
— ¿Que dijo, Grog?— me preguntó Drop, que no entiende el lenguaje del clan de La Caverna.
— ¿Qué hacen, muchachos? — traduje yo.
— ¡Ghh kkugghh sshgguhh! — dijo Zrup
— ¿Y ahora qué dice? — me interrogó Drop
— Nada. Ahora se está ahogando porque le apretás el cuello — contesté yo.
Entonces, Zrup se marchó junto al Gran Espíritu.
Luego matamos a Ull, la de cabellos amarillos; al viejo Grp, a la bruja Jjgh y a Zop, domador del Gran Tigre; a Yog, a Xtog, a la gorda Hgg, al pelado Dyp, a Xorg, a Kxarg y al rengo Dpog. Todo eso en un sol y una luna; y por diversión.
Seremos recordados. Los primeros asesinos seriales de esta incipiente humanidad.

domingo, 11 de abril de 2010

Zoofilia primitiva

—¡Ese es mi hombre!— gritó Eva, cuando vio que la gorila se llevaba a Adán arrastrándolo de los pelos

Todo es cuestión de instrumentos

Feliz, el sargento Barrientos, director de la banda militar, estrenó su Concierto en mi menor para obús, metralleta uzzi y fusil AK47.

Alf layla wa-layla

— ¡Alá es grande!— dijo la princesa Scherezade cuando vio a los mil y un apaches — ¡Todos para mi sola! Y se los ve tan exóticos con esos modelitos… ¿Quién les hace esos trajes, ricura? — le preguntó al más cercano a ella, que parecía estar al mando del grupo; vestido con un chaleco de piel de ciervo, un taparrabos extrañamente largo y mocasines, el cabello lacio atado en una trenza y la cara pintada en líneas oblicuas blancas.
El hombre miraba a todos lados con temor, y no habló.
— ¿Cómo te llamás, tesoro? — insistió ella.
— Gokhlayeh — dijo él — Pero me dicen Gerónimo.
— ¡Ay, pasen, pasen!¡Qué amorosos! Y vos, cielito, vení conmigo.
La princesa sabía que su esposo, el Gran Sultán Shahriar, le obsequiaría un presente traído de tierras lejanas, en compensación por tantas noches de sufrimiento esperando una muerte que, Alá sea alabado, jamás llegó. Según palabras del Gran Visir, el Sultán esperaba que el presente fuese de su agrado; y recalcaba muy especialmente que eran para su exclusivo solaz y esparcimiento.
Scherezade llevó a Gerónimo a su alcoba, de la que salió, espantada, un minuto después. Hizo desvestir a los otros mil guerreros, y lloró.
Claro estaba. Poseía, ahora, su propio harén, el más grande de todo el Islám: mil y un apaches eunucos.

domingo, 4 de abril de 2010

Avances de la ciencia

Antes de que Newton inventara la gravedad, las manzanas se vendían por docena; porque no pesaban nada.

Descubrimientos científicos que se perdieron en la historia I

El aporte más importante del Doctor Frankestein, además de su logro en la reanimación, después de más de veinticuatro horas, de material orgánico muerto; fue el de eliminar el rechazo entre órganos de donantes cadavéricos distintos. Resultó una pena que los ignorantes y miedosos habitantes de la villa de Darmstadt quemasen el castillo. Los documentos del doctor, invalorables, se perdieron en aquel incendio. Idiotas.

No me desampares

—Tiene derecho a un ángel de la guarda— me dijeron apenas antes de nacer —, si no puede pagarlo, se le proveerá uno de oficio.
Claro está, no pude pagarme uno. El que me tocó en suerte atiende unos veinte millones de humanos. No puedo esperar gran cosa de él.