—¡Lo tengo!— dijo el fócida Esténelo, cazador de zorrinos, hijo de Epeo; cuyas preferencias por las fiestas orgiásticas eran bien conocidas— Hagamos una gran torta, nos metemos dentro, y salimos de golpe, todos en sunga, tal como hicimos en el aniversario del natalicio del etoliano Eurímaco, tomador de ginebra, hijo de Yálmeno; que cuando fue a soplar las velas, le salieron veintidós vírgenes de Afrodita. Recuerdo que…
—Está bien, está bien— terció Odiseo, rey de Ítaca, hijo de Laertes —La idea es buena, pero en una torta no entramos todos.
—Sos un animal— acotó el beocio Peneleo, domador de avestruces, hijo de Toante
—Sos un caballo— dijo el cretense Meríones, corredor de conejas, hijo de Filóctetes
—¡Eso! ¡Hagamos un caballo!— opinó Euríalo, cantor de pasodobles, hijo de Trasímedes; entusiasmado, mientras volcaba su copa de vino sobre la cara del ecaliano Macaón, pescador de mojarras, hijo de Anticlo; que dormía su borrachera
—¿Y por qué no una torre? ¡O un alfil!— se entusiasmó el lacedemonio Meges, tomador de viagra, hijo de Menesteo
— ¡Porque el ajedrez no se inventó todavía!— le contestó el orcómeno Tersandro, barredor de veredas, hijo de Macaón —¡otro animal!
—Otro caballo— habló nuevamente Meríones —¿lo ven? Un caballo. Tenemos que hacer un caballo.
—¿No sería más fácil hacer una flor?— acotó el elidiano Eurípilo, comedor de galletitas, hijo de padre desconocido —Nos envolvemos en grandes pétalos rosados; y, cual flor de cestrum nocturnum, al caer la noche la abrimos, y entonces…
—Callate, puto— ordenó el melibeo Equión, soplador de nucas, hijo de Polípetes.
—¿Y de qué tamaño sería el caballo que proponés?— interrogó el rodaciano Anfidamante, inflador de globos, hijo de Toante; dirigiéndose a Meríones
—Y, no sé— dijo éste —debería ser para unos cuarenta guerreros.
— Capacidad: cuarenta pasajeros sentados— acotó el simeano Idomeneo, fumador de cannabis, hijo de Eumelo.
—¿Cómo? —preguntó Euríalo
—¿De qué habla? —interrogó Meríones
—No le hagan caso. Alucina. Dice que el oráculo le muestra cosas. Déjenlo— contestó el pilota Demofonte, saltador de tapiales, hijo de Ciarripo.
—Va a parecer una carroza de carnaval— intercedió Meges
—¿Una qué de qué?— preguntó el filacteano Ifidamante, escupidor de guanacos, hijo de Podalirio
—Desde que se junta con Idomeneo, también dice que ve cosas extrañas— explicó Demofonte—Sigamos.
—Si tiene hijitos adentro— interrumpió Eurípilo —no sería un caballo, sería una yegua
—Hablás de nuevo y te mando a limpiar a lengüetazos la estatua de Apolo, puto— amenazó, ahora, Equión
—¡¿Apolo es puto?!— dijo, asombrado, Macaón despertándose del sueño de su borrachera y saboreando una gota de vino que resbalaba hacia su boca —¿Y quién apagó la luz?
—Nadie, salame— dijo el filaceo Cianipo, juntador de cartones, hijo de Neoptólemo; mientras le pegaba un coscorrón en la cabeza a Macaón —te dormiste a media tarde, con el sol en plena jeta.
—Soñé que estaba dentro de un caballo— comentó el borracho.
—¡Santísimo Baco!— dijo Odiseo —¡Es un mensaje de los dioses!
—No jodas, Odi— interrumpió el éspora Agapenor, limpiador de parabrisas en los semáforos, hijo de Teucro; que era consejero de Odiseo, y por tanto con derecho a tratarlo haciendo uso de ciertas libertades —éste tiene un pedo bárbaro…
—¡No, no!— contestó Odiseo —los dioses se manifiestan de maneras extrañas. ¡Será un caballo!
—Puede ser una torta con forma de caballo— volvió al ataque Esténelo —Y adentro nos metemos nosotros y cuarenta vírgenes de Artemisa…
—¡Terminala!— dijo Peneleo
—Por ahí, con veinte alcanza…
—¡Basta!— dijeron todos al unísono
—A mi me parece que una flor no estaría mal …— empezó nuevamente Eurípilo
2 comentarios:
Me encantó! Te felicito, tu blog, tus ideas, tus escritos, son excelentes
Mucha suerte
Gracias, Berni. Un placer tenerte como lector.
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