domingo, 23 de mayo de 2010

Los siete trabajos de Hércules García

La hija del vasco Arreche era todo para Hércules. Pero para el vasco, García era claramente inferior a su pequeña; y no la merecía. Cuando por fin se dio la combinación exacta entre ganas y miedo del novio y condescendencia del vasco, el galán pudo pedir la mano de Teresa. Arreche lo escuchó callado y dijo:
— Vea, García, va a tener que demostrarme que puede mantener a mi hija. Trabajará para mi durante un tiempo, y si me satisface su labor, después hablamos de casamiento.
Hércules accedió esperanzado. Debió matar a los doce chanchos del tano Bonifacini, a puros besos de lengua; aflojarle las ruedas al sulky del polaco Pyrik, que lo corrió a escopetazos; cambiar por tinta china el agua bendita de la iglesia del padre Juan; silbar “La Cumparsita” medio tono mas alto, mientras el vasco le apretaba, levemente, los testículos con una morsa; domar a la suegra del chileno Segovia, que ya había enterrado siete maridos; cobrar cinco pesos de entrada en la mesa catorce, para poder votar en las elecciones del año noventa y tres; y, finalmente, fotografiar a la intocable rusa Vielisky, en bolas. La rusa lo sorprendió; pero en lugar de denunciarlo, lo invitó a pasar. García jamás regresó a lo de Arreche. Teresa quedó para vestir santos; y el vasco con una hija solterona y amargada, y sin las fotos de la rusa, que tanto ansiaba.

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