domingo, 25 de julio de 2010

La tía Gertrudis le pidió prestada una taza de azúcar a la vecina del sexto “A”, que tomaba sol en su balcón, en topless

Tocó a la puerta que, apenas segundos después, se abrió de golpe. Imagino la escena. Ella, solterona por decisión propia, mujer de misa diaria a las seis de la mañana, novenas por la tardecita y dos rosarios rezados durante el día; luto riguroso, medias hasta la rodilla y zapatos negros abotinados, cara lavada y pelo entrecano atado en un rodete; parada frente a la puerta sosteniendo la taza con ambas manos y, recortada en el marco, despampanante, la vecina de la que nunca supe el nombre pero a la que llamábamos La Potra: cuerpo extraordinario, envidia de los editores de Hustler, un metro ochenta, cabello rubio a lo Farah Fawcett, tanga roja y tetas así de grandes, libres de cualquier yugo.
Fue un choque de culturas. Marco Polo ante el Gran Kublai. Cortés ante Moctezuma. Nunca supimos qué hablaron durante ese encuentro; pero, a partir de allí, la tía abandonó la iglesia. Yo le conté doce amantes hasta que murió, hace poco. Solía pasar las noches acodada en la barra del Copenhague, donde la conocían como Gerty.
Unos meses atrás Tuve noticias de La Potra. Es pastora de un culto evangélico en un cine de Constitución, devenido en templo cristiano. Le va bien. Oficia los servicios en topless.

3 comentarios:

josé manuel ortiz soto dijo...

Interesante historia; seguramente sus caminos se intercambiaron, para bien de ambas.

Saludos.

Chula dijo...

No hay cosa mejor que el intercambio de conocimientos. Cada una aprendió algo de la otra... O eso parece.

Saludos.

Walter dijo...

«Es pastora de un culto evangélico en un cine de Constitución, devenido en templo cristiano». Me encanta esa oración.
Daniel, hacía mucho que no pasaba por acá y ahora me estuve poniendo al día. Siempre es un gusto leerte.
Abrazos!