sábado, 7 de agosto de 2010

El fin del idilio

Yo estaba fervientemente enamorado de ella. Era tan perfecta, que hasta tenía defectos —los mínimos, justos y necesarios—. Pero al fin y al cabo, lo nuestro no pudo ser. ¿Porqué, me pregunto, mi amor por ella tenía que ser correspondido?

2 comentarios:

Salemo dijo...

Completamente de acuerdo, Dany; nada menos motivador que un amor correspondido ya que anula el espíritu de conquista.

Esteban Dublín dijo...

Qué genio, Daniel. La paradoja máxima.