—Felicidades —dijo el sirviente—, se cumplen hoy tres mil veces que trato de matarlo con el té envenenado. Un récord que el Señor sabrá disfrutar.
—No lo crea usted —respondió McCormick—. Morí el tercer día en que me sirviera veneno. Sólo que mi digestión es lenta.
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