sábado, 14 de mayo de 2005

El Logro más preciado del Ayudante Mondiola

Arternio Mondiola se recibió de microbiólogo en una fría madrugada, tipo Londres de fines del siglo pasado, el 6 de julio de 1983 en una pensión de la calle Alberdi, cuando terminó de repasar la última frase de la última bolilla de la última materia que le quedaba por rendir.
La materia la rindió a la tarde, pero acá estamos suponiendo que ya la sabía desde la mañana; o sea que si bien lo examinaron como a las 16 horas de ese día, él ya sabía todo lo que tenía que saber en su carrera desde la madrugada. ¿Capito? iMa, sí! ¡qué tengo que explicarles, manga de salames!. Si no entienden, diríjanse personalmente o por carta al Jeri, que es mi jefe y les dará más detalles.
Continuemos. La fecha es tentativa (de tentar, causar gracia), porque en realidad, al diploma se lo entregaron como tres años después. Pero ese es otro tema. Mientras tanto; laburó en la Universidad como ayudante de laboratorio. El siempre soñó con que su nombre se hiciera famoso, que se hablase de "la enfermedad de Mondiola", del "mal de Mondiola", o quizá quiso inmortalizarse en una vacuna, la "Mondiola oral", por ejemplo.
Así, se abocó a la tarea de encontrar la fama.
Sospechando un oblicuo proyecto entre los gérmenes genéticos A - Z21 del onomatopol en polvo, quizá, proveniente de una ablución ecuánime de martillato de golpol en los elementos neutros de las células choteicas del aireato nuevo de salypimient- B, sobre el estómago estrecho de la lombriz solitaria, encontró el camino despejado para aislar el virus del cuis de Mozambique. En la teoría, !as cosas le fueron al pelo.
Pero no al cuetemente la Universidad Nacional de Río Cuarto tiene un presupuesto invisible. La imposibilidad de fletar un cuis desde Mozambique, lo obligó a conformarse con uno que agarró en el camino de tierra que va a AIpa Corral. La falta de anestesia, y otros elementos, sumado a la repulsión que le causaba abrir un bicho, hicieron que debiera observarlo; a simple vista, debido a que no había un solo microscopio como la gente, manteniendo las cuatro patas del animalejo para arriba a fuerza de cosquillas en la panza.
Al cabo de un tiempo, y como no encontró nada raro, dio por terminada su investigación y sometió al arbitrio de un Tribunal Examinador sus conclusiones. Al trabajo lo llamó: "Aislación del cuis". Y consistía en eso; un cuis solo, en una jaula, aislado de otros cuises. En la conclusión afirmaba que el virus buscado estaba dentro del marsupial; y que era invisible a simple vista o aun con ayuda de lupa.
Causó sensación. Porque, seamos francos, ¿Quién ha visto de cerca alguna vez a un cuis?
De acá mandaron todo a un congreso mundial en EEUU. De allí lo rebotaron aconsejando una inmediata internación al culpable de tal atrocidad en algún hospital para insanos mentales.
Artemio Mondiola ahora busca rastros de tripanozoma cruci en las tapitas de Coca - Cola, en las horas libres que le deja el puestito de ventas de media a tres por diez pesos en la puerta del Banco Nación.

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