Para Max
Entraron a mi hogar destruyendo todo.
El primero en morir fue papá, al tratar de
impedir que tomaran a mi madre; pero el más grande de los salvajes, el que a
todas luces era el jefe del grupo, le asestó un tremendo golpe con su garrote,
que deshizo su cabeza.
Mi hermano mayor me tomó entre sus brazos y
quiso sacarme de la Gran Sala, alejándonos de Casa. Nunca supe de dónde vino el
ataque. Se le doblaron las piernas y caímos. Cuando vi sus ojos vidriosos
escudriñando el vacío, comprendí que estaba muerto. Grité con todas mis
fuerzas, en una mezcla de impotencia y locura.
Ese fue mi último acto consciente. Nunca más volví
a ver a mi familia.
Los salvajes me encerraron en una caja
pequeña, en completa oscuridad. Me alimentaban una vez por día y nunca me
dejaron salir. El olor y la pesadez del aire eran insoportables.
No sé cuánto duró esa agonía. Perdía el
conocimiento de continuo. En mis escasos momentos de lucidez notaba a veces una
negrura total y otras, hilos tenues de luz que iluminaban mis manos sangrantes
e infectadas, como lo estaba el resto de mi cuerpo. Y en todo momento, el
movimiento bamboleante me mostraba que íbamos andando hacia un destino que
desconocía.
En el delirio de la fiebre oía desgarradores
gemidos y hasta lo que, supuse, eran palabras que decían mis compañeros de
marcha y agonía. No reconocí sus lenguajes.
Cierto día, el bullicio del exterior se hizo
atronador. En algún momento abrieron la puerta de mi caja y dos salvajes me
sacaron, arrastrándome, de ella. La claridad cegadora inundó mis ojos. Cuando,
después de un tiempo, pude adaptar mi vista a la luz, comprendí que estaba en
una jaula. Con gran esfuerzo, me puse en cuclillas y pude apreciar la
inmensidad de la trágica escena.
Estábamos en una habitación muy grande, más
grande que cualquiera que hubiese visto antes. A ambos lados de un pasillo
estaban dispuestas las jaulas, similares a aquella en la que ahora me
encontraba, algunas más grandes, otras menores. Unas encima de las otras. En su
interior, infinidad de seres de los que habitaron mi tierra. Desde los
grandiosos Caballos-con-Trompa, hasta los hermosos Seres-que-Surcan-los-Cielos.
Mi jaula ocupaba uno de los lugares más
altos, apenas por debajo de una ventana circular. Poniéndome en puntas de pie
con esfuerzo, a través de ella podía ver un paisaje desolado: una gran extensión
de arena, con algunos arbustos esparcidos aquí y allá; una llanura chata apenas
cortada por una montaña solitaria, a lo lejos, detrás del horizonte.
En la jaula vecina habían colocado a una
hembra de mi raza, a la que jamás había visto antes. La cubría de vergüenza su
desnudez obligada, y aunque la supuse hermosa, su rostro con sangre seca, sus
ojos rojos de llanto y su cuerpo tan maltratado, quizá como el mío; me
empujaron a la pena y a la necesidad de consolarla. Le hablé con suavidad, pero
ni siquiera me miró. Perdí la cuenta del tiempo que pasamos allí.
No había ningún tipo de separación entre las
jaulas de arriba y las de abajo, de modo tal que el excremento y el orín de las
superiores caían de una a otra hasta llegar al piso. Muchos de los cautivos que
estaban en las jaulas inferiores murieron. Cada día, una vez, los salvajes
entraban a la Gran Habitación y retiraban los muertos, ponían a nuevos
prisioneros, recién llegados, en otras jaulas y nos daban escaso alimento.
Nos castigaban sin motivo. Creo que mi
compañera enloqueció. Lloraba y llamaba sin descanso a su hijo.
Finalmente, una mañana en que vi el cielo
oscurecido por las nubes, se abrió la puerta de la Gran Habitación y entraron
todos los salvajes. A su cabeza, uno de ellos, de pelo blanco y cara surcada
por arrugas viejas, y al que nunca habíamos visto; alzó su mano. Se hizo el
silencio y con voz atronadora habló con palabras que no entendí, pero que aún
escucho en mis oídos como a una
maldición, como el motivo y razón de la muerte de mi mundo. El dijo:
―¡Animales!, mi nombre es Noé.
Afuera se desató la tormenta. Llovió durante
cuarenta días y cuarenta noches.
2 comentarios:
siempre me gusto mucho este cuento... en mi opinion, uno de tus mejores
te quiero mucho
maxi
Buenísimo, Daniel. En serio. Me has tenido todo el relato haciéndome creer que se trataba de un zoo, o algo parecido. Y al final... zasss!!! Ahora ya lo puedo decir: los de Visiones 2009 saben qué escogen. Felicidades de nuevo.
Saludos lelos!!!
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